Debió ser por allá a fines de 1993 cuando, en una de mis visitas a la ENAH, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, conocí a Pepe. Cursaba yo el primer año de la maestría en el CIESAS, en Tlalpan, ciudad de México, y él estaba concluyendo sus estudios de licenciatura, allí, en la ENAH, justo donde yo había egresado apenas unos años antes, entre fines de los ochenta y principios de los noventa.
Recuerdo que un antiguo compañero de la carrera de lingüística, con quien platicaba en la explanada de esa escuela, me dijo que había otro chico mixe estudiando lingüística allí. La noticia me agradó en gran medida y quise saber de quién se trataba. Cómo se llamaba, de dónde era. Quería conocerlo, pues el solo hecho de encontrarte con alguien de tu pueblo en una enorme ciudad, a gran distancia y, sobre todo, estudiando la misma carrera, una carrera que nadie o casi nadie estudiaba entonces, era mucha coincidencia.
Y como la ENAH es demasiado pequeña y sus estudiantes casi siempre andan deambulando, como perdidos, por la explanada principal, mejor conocida como “El lagartijero” (porque frecuentemente se le ve lleno de estudiantes y maestros, echados allí, tomando el sol), no pasó mucho tiempo para que el Pepe apareciera por allí, muy quitado de la pena, como todo buen enahno (que es así como nos llaman a los de la ENAH); entonces, aquel compañero lo llamó y me lo presentó.
Me dio mucho gusto conocerlo y, al parecer, a él también le agradó saber de mí. Lo supuse por su particular sonrisa mientras hablaba, la misma sonrisa que le seguí viendo, con demasiada frecuencia, de allí en adelante. Se llamaba Pepe (José Guadalupe, porque había nacido justamente un 12 de diciembre, día en que se celebra a la Virgen de Guadalupe), era de Tlahui y era hermano de Floriberto, a quien había yo conocido unos cinco años atrás, allí mismo, en la explanada de la ENAH.
Comenzamos a hablar en español, más al rato le pregunté si hablaba ayuuk y casi casi me respondió “¡obvio!”. Así que, de allí en adelante, rara vez cruzamos palabra en castellano, ya que nuestra lengua preferencial de comunicación casi siempre fue el ayuuk.
Éramos bastante jóvenes entonces. Yo tenía cerca de 30 años y él 23, porque era, siete largos años menor que yo. Así que yo le decía utsy (hermano menor) y él me decía äjtsy (hermano mayor), así fue como nos dirigimos en lo sucesivo, el uno al otro.
En todo o gran parte de 1994 lo seguí viendo, con regular frecuencia, en la ENAH (en la explanada o en la cafetería, porque era en esos sitios donde yo también me quedaba atorado, en mi ingreso a esa escuela, así que pocas veces, muy pocas, llegamos a coincidir en las aulas, que era, cuando yo, en mi calidad de egresado, me podía colar a escuchar alguna clase o presentación y a él, creo, no le quedaba de otra más que estar allí).
Otro bonito recuerdo que tengo del Utsy de aquellos tiempos, es que era un chico amable, respetuoso, sonriente, inteligente pero, sobre todo, bastante apuesto. Eso lo hacía popular entre sus compañeros y amigos, y especialmente atractivo entre las enahnas (las chicas de la ENAH).
No fue sino a mediados de ese año de 1994 cuando intentamos involucrarnos, por primera vez, en un trabajo serio que ya los compañeros de Servicios del Pueblo Mixe (SER) y un grupo de asesores voluntarios, encabezados por Floriberto (hermano mayor de Pepe), venían haciendo desde hacía ya, fácilmente, una década atrás.
Ese espacio de trabajo fue la Semana de Vida y Lengua Mixes (sevilem), celebrada en Asunción Cacalotepec. Era nuestra primera sevilem, un seminario que los compañeros de SER siguen realizando hasta la actualidad, en diferentes comunidades del Pueblo Ayuuk cada vez, a casi cuatro décadas de haberse iniciado. Desde entonces Pepe y yo pasamos a sumarnos, orgullosamente, al grupo de asesores voluntarios de lengua ayuuk de esa organización.
Se daba inicio así a la llamada Segunda Época de ese seminario como espacio de análisis y discusión sobre distintas problemáticas relacionadas con nuestro Pueblo, tales como la lengua y la cultura, por los mismos ayuuk y, preferentemente, en lengua ayuuk, donde ya se hablaba de temas de salud, caminos, sustentabilidad, autosuficiencia, educación, autonomía y, en general, de los derechos de los pueblos indígenas.
Al año siguiente, en abril de 1995, nos tocó compartir, en la sevilem de Estancia de Morelos, un relato que Pepe y yo escribimos juntos, en el cual presentábamos al mismo Kontoy, el Dios Padre de los ayuuk, como principal protagonista, construyendo, presentando y describiendo el alfabeto de la lengua de su pueblo; la lengua que dejara con tanto amor en manos de sus hijos, nuestras manos, para que la cuidáramos, la fortaleciéramos y la mantuviéramos para la posteridad; así como, valientemente, lo habrían hecho nuestros ancestros, así como lo hicieron los padres de nuestros padres y los abuelos de nuestros abuelos, no obstante las burlas, maltratos y humillaciones de las cuales fueron objeto, por el hecho de hablar una lengua diferente y supuestamente inferior a la de los invasores.
Fue así como, hace poco más de 25 años, nos sumamos a las Semanas de Vida y Lengua Mixes donde, como ya decíamos, ya se venía trabajando los temas de alfabeto, alfabetización y sistema de escritura de nuestra lengua, gracias a SER, los grupos de productores, grupos de mujeres y las mismas comunidades ayuuk en coordinación con sus autoridades municipales, agrarias y educativas que hacían y siguen haciendo posible estos encuentros.
Desde entonces nos adherimos al equipo promotor y defensor del alfabeto ayuuk, en su versión “petaka”, porque había otra versión de alfabeto mixe, ésta era la conocida como “bodega”. De estas dos propuestas, los petaqueros defendíamos el uso de la p, t, k, sin necesidad de incluir la b, d, g; en tanto que los bodegueros, además de usar la p, t, k, insistían en que también debía incluirse el uso de la b, d, g, en el alfabeto ayuuk.
Como paréntesis, debo aclarar que los nombres “petaka” y “bodega” se los debemos al Padre Leopoldo Ballesteros, quien fue párroco de Tlahuitoltepec por muchos años, llegando a hablar perfectamente bien la lengua ayuuk y que fue, justamente, en la sevilem de Cacalotepec donde propuso estos nombres.
Bueno, lo cierto es que los asesores de lengua de SER nos tocó reunirnos, en tres ocasiones, con una comisión de aquellos compañeros que pugnaban por el alfabeto bodeguero (la mayoría de ellos, maestros de educación básica del subsistema de educación indígena, en el Pueblo Ayuuk). En estas reuniones, cada equipo procuró argumentar a favor de su propuesta, tratando de dialogar sobre las semejanzas para intentar superar las diferencias y así poder llegar, juntos, a un consenso.
Esta fue una labor complicada que poco o nada pudo prosperar pues, para nosotros, la propuesta bodeguera era, sencillamente, inaceptable: no tenía razón de ser, puesto que consideraba sonidos que no eran pertinentes o significativos en nuestra lengua, así que no era necesario representarlos en el sistema de escritura ayuuk; en tanto que, para ellos, la versión petaquera era limitada y excluyente, precisamente porque dejaba fuera varios sonidos de la lengua. En fin, no los pudimos convencer o, más bien, fue tan sólo una minoría de ellos la que alcanzó a entender las razones de la propuesta petaka, sin que la hayan adoptado necesariamente.
A partir de allí, cada equipo seguiría trabajando por su lado, tratando de ganar adeptos. En nuestro caso, se nos unieron varias instituciones (incluidas varias escuelas, de distintos niveles educativos, de nuestras comunidades) pero, aun así, nos llevaría, fácilmente, otros seis años más para que pudiéramos lograr un alfabeto petaquero casi consensado, lo cual se logró más o menos por el año 2000.
Por fines de los noventa Pepe fue designado titular del Departamento de Cultura y Educación de SER desde donde coordinó la organización de varias semanas de vida y lengua mixes más, entre otros espacios de discusión de distintas problemáticas relacionadas con nuestro Pueblo o Nación Ayuuk.
En el año 2000 impartiríamos un Diplomado sobre Lengua, Números Ayuuk y Derechos Indígenas, entre Servicios del Pueblo Mixe y la Universidad Pedagógica Nacional, junto con el Mëj Kää (el Gran Jaguar) Isaías Aldaz “Tsyay” (nuestro maestro de matemáticas, originario de Cacalotepec), y los, entonces, muy jóvenes abogados Adelfo Regino y Hugo Aguilar.
Otro de los espacios serios de análisis, discusión y generación de propuestas, que organizó el Utsy fue un Foro sobre Educación que se celebró en Santa Cruz Condoy, Quetzaltepec, Mixe, en 2001, donde asistieron líderes comunitarios, educadores, promotores culturales, incluso algunos dirigentes magisteriales, entre otros soñadores, quienes, para entonces, ya tenían serias intensiones de empezar a construir otras formas de hacer educación.
Por esos años, Pepe recopiló una serie de pequeños textos, con algunas ilustraciones del compañero Fortino Vásquez, el Tsajpkää, para armar un material de lectura donde describía el alfabeto ayuuk y ponía en uso el sistema de escritura de nuestra lengua, el cual tituló “El sistema petaka”, del cual me regaló, amablemente, una copia, misma que guardo entre mis materiales de lengua ayuuk.
Del 2003 al 2006, más o menos, Pepe colaboraría en los bachilleratos integrales comunitarios, que dependen del Colegio Superior para la Educación Integral Intercultural de Oaxaca, donde siguió trabajando nuestra lengua, enseñando a leer y a escribir a un sinnúmero de estudiantes mixes, al mismo tiempo que reflexionaban sobre los elementos básicos de su gramática y las condiciones históricas, sociales y políticas en las que se encontraba no sólo el ayuuk sino las lenguas indígenas mexicanas en su conjunto.
A partir de 2007 Pepe se incorporaría al Instituto Superior Intercultural Ayuuk, a la cual le dedicaría, por completo, una década de su vida, lejos de casa, de su familia y su comunidad; una década de esfuerzos dedicada a impulsar el estudio y la enseñanza-aprendizaje, así como la promoción y difusión de la lengua y la cultura ayuuk.
Otro de sus grandes aportes en favor de nuestra lengua y cultura fue la labor de registro y documentación que hizo de éstas, particularmente sobre la visión del mundo ayuuk de la cual resaltó la espiritualidad, el discurso y las narraciones sagradas, parte de la cual dejó escrito en su libro intencionalmente monolingüe ayuujk titulado Ii’pyxyukpët Ayuujk, publicado por el Centro de Estudios Ayuuk-Universidad Indígena Intercultural Ayuuk (ahora ISIA), en 2008.
En septiembre de 2016 le escribí a través del correo electrónico. En mi mensaje yo le planteaba mi interés de colaborar con el ISIA, impartiendo algunos talleres o cursos, aprovechando algunas temporadas de trabajo de campo que yo haría durante 2017 y 2018 por la zona baja del Pueblo Ayuuk. Fue esa vez cuando me dio a conocer que ya había tomado la decisión de cerrar su ciclo con el ISIA, lo cual haría a fines de ese año, para volver a su natal Tlahui, al lado de su familia.
Recuerdo que esa vez le dije algo así como “me extraña que hayas tomado esa decisión porque quién mejor que tú para estar al frente del trabajo con las lenguas en esa institución pero, sea por lo que sea, te deseo lo mejor en tus proyectos futuros. Mucha suerte Utsy, seguramente por allí nos seguiremos viendo pues estoy seguro que seguiremos recorriendo los mismos caminos, tratando de seguir haciendo algo de esas grandes cosas que siempre soñamos, de las cuales no hemos podido hacer gran cosa”. Ya no me respondió.
Y así fue, todavía llegamos a vernos en algunos eventos, en algún convivio, en los caminos, patios o explanadas, y, algún tiempo atrás, tuve, incluso, la suerte de coincidir con él, en la cima de nuestro sagrado I’px Yuukm, el cerro Cempoaltépetl, morada de nuestro Dios Padre Kontoy.
Las últimas veces que coincidimos fue en la sevilem de Yacochi, en 2018, y en la de Móctum, en 2019. Y la última vez que nos escribimos, viendo la posibilidad de grabar algunas narraciones en lengua ayuuk, fue a fines de ese mismo 2019, un año antes de su fallecimiento, cuando él colaboraba en Radio Jënpoj, al mismo tiempo que lo hacía en la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes, en la ciudad de México.
Fue un martes 12 de enero de 2021 por la noche cuando supe que Pepe estaba en malas condiciones de salud. Yo expresé mi absoluta confianza en que saldría bien de ese problema puesto que era suficientemente joven y fuerte. En ningún momento pensé que fuera a perder la batalla ante el mal que lo aquejaba.
Al otro día, miércoles 13, poco después del mediodía, me llegó la triste noticia de que Pepe había fallecido. No lo podía creer, así que tardé en asimilar aquel suceso, con dolor, una lágrima y una oración, deseándole buen camino y por el eterno descanso de su alma.
Perdía yo o, mejor dicho, perdíamos muchos a un amigo, un hermano, un maestro, un aliado, un compañero en el camino; dejando, así, en el ISIA, como en otros espacios, un gran vacío imposible de llenar.
Ahora nos consuela la idea de que Pepe ha sido llamado por los dioses y que desde allá, donde ahora vive (ante la presencia de los seres divinos), nos seguirá acompañando, porque no nos ha abandonado, tan sólo se nos ha adelantado a Jatuk it, el otro mundo, donde lo alcanzaremos algún día para volver a trabajar, bromear, reír, degustar un buen mezcal y bailar (como lo hicimos algunas veces), para seguir caminando, para seguir viviendo, para seguir soñando juntos.
Ma’kx utsy, jaa jatëk’ok.
Hasta luego Pepe, buena vida allá, en lo que te alcanzamos.
Amumtukjoot: Kaas, ja m’äjtsy.
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Texto compartido en la Jornada Lingüística “Festival de la palabra”, 2021, organizado por el Instituto Superior Intercultural Ayuuk.